11 semanas

Imagen de Anoia
Anoia
12 Julio 2018

Hace dos días escribí esto en mis notas:

La depresión horrorosa que me tenía como alma en pena desaparece poco a poco, sigo algo sensible, pero ya no parezco la Magdalena de Semana Santa ni voy mirando la vida pasar sin mucho interés. Mantengo firme mi voluntad de no fumar y ganas, lo que se dice ganas, no tengo, pero este dolor de mandíbula continuo me recuerda que la procesión va por dentro.

Creo que me irrita mi irritación por no sentirme libre, y también porque ahora sé que el cigarro nunca volverá a ser lo mismo, incluso si fumara de nuevo: ya no podría mantener la ilusión de controlar el consumo (reduje a 5 cigarrillos diarios los últimos años), ni podría decirme que el tabaco de liar no es tan malo para la salud, porque la mejora física de fumar "solo cinco" a ninguno ha sido asombrosa. Fumaría única y exclusivamente por no ser capaz de dejarlo y no es una frustración con la que quiera vivir. Aprieto los dientes y vivo cabreada conmigo misma porque sé que no hay vuelta atrás: fume o no fume, esto es lo que hay; puede ir a mejor mañana o puede durar meses.

Al día siguiente de escribir esto fui a la biblioteca a estudiar, como hago desde que lo dejé, porque en casa aún no consigo concentrarme, y tuve, al fin, un día relativamente productivo de estudio. Hoy noté que la tensión en la mandíbula se había reducido muchísimo y la conclusión, tan evidente, me ha inundado como una revelación: no es la tensión por no fumar lo que me dificulta estudiar, sino al revés; la preocupación por no acabar la carrera me produce ansiedad, que asocio automáticamente al tabaco.

El problema no ha desaparecido, pero de repente es algo definido, tiene cuerpo, origen y fecha de caducidad; ya no parece una especie de maldición llegada de no se sabe dónde. Ahora es algo que, mejor o peor, está en mi mano solucionar. Y eso significa que ahora yo tengo el control.

Es un alivio enorme lo que siento, pero sé que aún queda mucho por hacer. En agosto me esperan nuevos retos: volver a España, a todos los sitios donde siempre fumé, revivir la adolescencia, porque me quedo en "mi cuarto", con mi madre, gran fumadora; las terracitas, cerveza, playa, reencuentros, conciertos y cuatro copas de más... pero tengo ganas, me siento preparada. Ya he contado que vivo en un ambiente muy protegido y creo que debo enfrentarme a mi pasado y entorno fumador para seguir mentalmente adelante. También voy a dar la buenanueva a gente que aún no sabe que lo he dejado, porque temía recaer antes de agosto; entonces por fin será completamente "oficial". No sé, creo que si supero el verano el resto irá solo.

Empecé este camino un poco precipitadamente, muy concienciada sobre las dificultades del primer mes, que es prácticamente el único tema tratado en guías y métodos, pero sin saber realmente lo que se vendría encima después, capeando el temporal según iba llegando. Han sido unos meses terribles, de continuos altibajos, más melodrama latino que tragedia griega, más de tristeza contemplativa y frase de libro de autoayuda que de recitar a Goethe con la voz cascada por el sufrimiento, pero hoy todo eso da igual, porque por primera vez siento que voy a conseguirlo.